martes, marzo 01, 2011

La llegada de la modernidad (24)

El hereje y el cortesano de Matthew Stewart (p. 230)

"La modernidad reduce la creación de Dios a un mundo silencioso, incoloro e inodoro de pesos y medidas -una máquina sin sentido- o esa es la impresión que ha producido a muchos observadores. Spinoza acepta este nuevo mundo -de hecho, con su doctrina según la cual Dios es Naturaleza, trata de deificarlo. Pero Leibniz no cree en la nueva deidad de Spinoza. Y es este rechazo del Dios de Spinoza lo que constituye el primer principio de la filosofía de madurez de Leibniz y el punto de partida de su propia y específica respuesta a la modernidad.

Cualquier Dios digno de este nombre, dice Leibniz, tiene que ser capaz de elección. Es decir, Dios tiene que tener un intelecto con el que considerar sus opciones, y una voluntad con la que afirmar sus decisiones. Dios tiene que tener elección, según la forma de pensar de Leibniz, porque de lo contrario no tendría la posibilidad de ser bueno. Esto es, Dios tiene que llevar a cabo su elección con la idea de que está haciendo algo que sea digno de elogio. Pero el Dios de Spinoza no elige nada. No tiene voluntad ni intelecto, al menos tal como nosotros entendemos estos términos. En el mundo de Spinoza, además, "bueno" es un término simplemente relativo a las necesidades y limitaciones humanas, no más aplicable a Dios que, digamos, "delicioso", "de color naranja" o, para el caso, "malo". El Dios de Spinoza, concluye Leibniz, no es un Dios en absoluto. Spinoza era, como dice [Leibniz] en su carta al conde Hessen-Rheinfels, "verdaderamente ateo"."

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