miércoles, febrero 09, 2011

La llegada de la modernidad (10)

El hereje y el cortesano de Matthew Stewart (p. 147)

"...en sus años parisinos Leibniz exhibió un grado de concentración en sus estudios que es excepcional en su larga carrera. El centro de su pasión intelectual eran ahora las matemáticas. A pesar de la inadecuada instrucción que había recibido en Alemania, el audaz autodidacta pronto se puso al nivel de los mejores matemáticos de París y empezó a hacer sus propias contribuciones fundamentales.

Las investigaciones matemáticas de Leibniz se centraron inicialmente en la sumación de series infinitas. La cuestión que le importaba era la de la indivisibilidad, y lo infinitamente pequeño en su mente estaba relacionado con determinadas verdades metafísicas fundamentales sobre la naturaleza de la sustancia, la materia y la mente. Su intuición le decía que el problema de cómo explicar la presencia de una infinidad de puntos en una línea era un caso particular del problema de cómo explicar la relación existente entre unas almas indivisibles, puntuales, y el continuum del mundo material. Más o menos por la misma razón que no es posible ensartar un número determinado de puntos para formar una línea, también creía que ningún principio puramente físico o material podría nunca explicar nada en el mundo material, y que, en consecuencia, se necesitaba un principio -una "sustancia"- incorpórea o "mental" para explicar la unidad y actividad de los fenómenos. A este complejo de ideas lo llamó "el laberinto del continuo". Siguiendo estas premisas por uno de los extremos del laberinto, descubriría el cálculo; y yendo en la dirección contraria, llegaría a imaginarse un mundo compuesto exclusivamente de un número infinito de almas puntuales e inmortales. Todos los logros matemáticos de Leibniz al final de su vida, y también buena parte de su metafísica, tuvieron su origen en las ideas concebidas en París antes de cumplir los treinta años."

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