"... De modo que los mortales dispensan sumos cuidados a las cosas crecederas y a las cosas que no crecen las edifican propiamente. El cuidar y el edificar es el construir en sentido estricto. El habitar es, en tanto guarece lo cuadrante en las cosas, en cuanto tal guarecer, un construir... ¿qué es una cosa construida? Como ejemplo sirva a nuestra meditación un puente.
El puente oscila "ligero y fuerte" sobre el río. No une solamente las orillas ya ahí existentes. En el tránsito por el puente se destacan las orillas ante todo como orillas. El puente las deja sobresalir propiamente una frente a otra. El otro lado está separado de éste por medio del puente. Las orillas tampoco trazan, como indiferentes líneas fronterizas, la tierra firme a lo largo del río. El puente, con las orillas trae en cada caso al río, una y otra amplitud de la región de atrás de las orillas. Él trae río y orillas y país en la vecindad recíproca. El puente recolecta la Tierra como comarca en torno al río. Así la conduce a través de las praderas. Los pilares del puente soportan, reposando en el lecho del río, el alzado de los arcos, que dejan al agua del río su carril. Ya corran las aguas tranquila y alegremente, ya choquen los torrentes del Cielo en el temporal o el deshielo en olas gigantescas, contra los arcos de los pilares, el puente está ya preparado para las temperies del Cielo y su ser cambiante. También allí donde el puente cubre al río, tapa él su riar al Cielo, de manera que él lo acoge por un momento en el ojo del arco y lo deja libre nuevamente.
El puente deja al río su curso y, al mismo tiempo, guarece para los mortales su camino, por el que andan y viajan de país en país. Puentes conducen de múltiples maneras. El puente de la ciudad lleva del recinto del castillo a la plaza-catedral. El puente de río lleva coches y carros de la capital de provincia a las aldeas aledañas. El insignificante paso del arroyo del viejo puente de piedra da al carro-para-transportar-gavillas su camino desde la campiña hacia la aldea, lleva al carro de leña desde el camino vecinal hasta la carretera. El puente de la autopista está entramado en la red de líneas de servicio directo, calculado y, en lo posible, rápido. Siempre y en cada caso de manera distinta, conducen puentes, de acá para allá, los lentos y presurosos caminos de los hombres, llevándolos a la otra orilla y, finalmente, en cuanto mortales, al otro lado. El puente, ya de arcos elevados, ya planos, atraviesa sobre ríos y desfiladeros, de modo que los mortales - retengan en la atención u olviden el impulso del viaducto del puente -, que están siempre ya en camino hacia el último puente, a base de eso consideren sobrepasar lo habitual y desgraciado de ellos, para traerse ante la gracia de lo divino. El puente colecta, en cuanto la fuerza que permite el tránsito hacia lo divino. Su presenciar podría ser meditado [bedacht] propiamente y visiblemente agradecido [bedankt], como en la figura del santo protector del puente, o podría quedar descompuesta o, incluso, echada a un lado.
El puente recolecta junto a sí a su modo, Tierra y Cielo, los Divinos y los Mortales..."
Tomado de Martin Heidegger, Construir Habitar Pensar (p207 a 209). Incluido en Filosofía, Ciencia y Técnica, Editorial Universitaria S.A., 1997, 3era edición, prólogos de Francisco Soler y Jorge Acevedo
viernes, julio 11, 2008
Habitar y construir (como lo dijo Heidegger, es poesía en prosa filosófica)
Publicadas por Rlpr a las 7:00 a. m.
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