Uno de los más grandes en nuestra lengua, Rubén Darío
DESENGAÑO
¡Amanecía! La lumbre
melancólica del sol,
doraba con su arrebol
de la colina la cumbre.
Las aves sus dulces trinos
iban alegres cantando,
y blandamente saltando,
de rama en rama, en los pinos.
Las palomas, con rumores,
bello concierto formaban,
y mil torrentes cruzaban
por entre alfombras de flores.
De la fuente las espumas
se miraban blanquear,
y en los espacios cruzar
pájaros de airosas plumas.
Albo rocío guardaba
entre su cáliz la rosa,
y a la azucena olorosa
céfiro blando besaba.
Era, en fin, todo armonía;
era todo allí grandeza;
sonreía Naturaleza
al contemplar aquel día...
Pero del Sol asomó
la faz pura y soberana,
y entre celajes de grana,
la aurora se disipó;
y derramó los fulgores
de su lámpara esplendente,
dando vida a la simiente
y fecundando las flores,
y se ostentó en el espacio
grande, esbelto, majestuoso,
cual monarca poderoso
en su soberbio palacio.
Más después, con triste velo,
en las brumas de Occidente,
hundió su faz refulgente
el soberano del cielo.
Las avecillas volvieron
a reposar en sus nidos,
y sus cantares sentidos
también desaparecieron...
Así el amor de un poeta
nació bello, seductor,
y daba vida y calor
a su fantasía inquieta;
más acabó la ilusión
de su volcánico amor,
y la Musa del dolor
se posó en su corazón.
(¿Junio de 1880?)
viernes, junio 06, 2008
T.I.M.E. de poesía
Publicadas por Rlpr a las 2:58 p. m.
Etiquetas: Poesía
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