lunes, enero 31, 2011

La llegada de la modernidad (4)

El hereje y el cortesano de Matthew Stewart (p. 113)

"Detrás de los inesperados paralelismos exótericos, además, es posible vislumbrar algunos otros vínculos, estos de tipo esóterico, entre los dos filósofos que se intercambiaron cartas por vez primera el otoño de 1671. La forma de pensar de Leibniz -en particular, su inalterable compromiso con la guía de la razón- le llevó a abrazar algunas de las nociones radicales que se expresan por vez primera de una forma indirecta en el Tractacus. En mayo de 1671 -el mismo mes en que informó al profesor Graevius de que había leído el deplorable libro de Spinoza- Leibniz escribió una atenta carta a un amigo llamado Magnus Wedderkopf sobre la naturaleza de Dios. Si aceptamos que Dios es omnisciente y omnipotente, escribe, estamos obligados a concluir que Dios "lo decide todo", esto es, que es "el autor absoluto de todo". En el libro que Leibniz acababa de leer, Spinoza escribe que "todo lo que ocurre en el mundo... ocurre en virtud del eterno decreto de Dios" y que, como consecuencia, "la Naturaleza sigue un orden fijo e inmutable" y que "en la Naturaleza no ocurre nada que no se siga de sus leyes".

Leibniz se da cuenta de que, razonando de esta manera, se ve confrontado con una "ardua conclusión": tiene que reconocer que los pecados de un pecador -y cita, como ejemplo, a Poncio Pilatos- son en última instancia atribuibles a Dios: "Pues o bien es necesario referirlo todo a alguna razón, y no podemos detenernos hasta llegar a una primera causa, o bien debemos admitir que algo exista sin una razón para existir; y esta admisión destruye la demostración de la existencia de Dios y de muchos teoremas filosóficos". Esta es una de las exposiciones más claras de una de las ideas básicas de Leibniz: el mundo tiene que ser razonable, es decir, todo tiene que tener una razón, y también Dios tiene que participar en esta cadena de razones. El principio de razón suficiente lo liga todo en una cadena de necesidad; su puño de hierro tiene que empezar con Dios e incluye también todas aquellas cosas a las que denominamos el mal.

Pero este compromiso con la razón, entendido de cierto modo, constituye también el fundamento mismo de la filosofía de Spinoza. El reto de mostrar que la concepción que él tiene de Dios no lleva directamente al spinozismo llegará a dominar toda la filosofía de madurez de Leibniz."

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