jueves, enero 27, 2011

La llegada de la modernidad (2)

El hereje y el cortesano de Matthew Stewart (p. 106)

"Spinoza tampoco era ninguna excepción a la regla que dice que en el palpitante tórax de todo buen revolucionario hay un cierto anhelo de gloria. En su primer tratado, como sabemos, el filósofo aseguraba que el honor es un valor solamente entre los hombres que viven bajo la guía de la razón. Pero en la revolución que buscaba provocar estaban involucrados los destinos de muchos más individuos aparte de sus pocos compañeros filósofos. Con su ideal de una república libre, hizo ondear su bandera en nombre de todo el pueblo. Se había situado a sí mismo en el centro de una espléndida narración histórica. Se había convertido, en su cabeza al menos, en el Masaniello de una lucha por la libertad cuya escala era toda la civilización.

Y aquí reside una versión aún más profunda de una paradoja similar respecto a Spinoza. Según el autor de la Ética, el interés personal es la virtud misma. El orden político que pretendía establecer es un orden en el que todos los objetivos sociales son seculares, y por ello ninguno puede trascender la autorrealización del individuo. En su magnum opus reconoció que "no es posible concebir ninguna virtud previa a esta, a saber, el conato de preservarse a sí mismo". Y sin embargo, no cabe duda de que cuando salió de su habitación de alquiler de Voorburg con su Tractacus bajo el brazo, Spinoza atravesó audazmente la línea que separa el interés personal del bien común. Al igual que su ídolo napolitano, estaba dispuesto a sacrificar su propia supervivencia por la libertad de su pueblo, a cambio de lo cual confiaba conquistar la clase de gloria que se ganan los héroes rebeldes, cuyas vidas tienden a terminar con una cabeza cortada clavada en la punta de una estaca desfilando ante la multitud.

Las cuestiones que plantean las acciones inexplicablemente caritativas de Spinoza representan un reto para los teóricos políticos modernos. Es más, representan un dilema particularmente agudo para Leibniz, que reclamó el monopolio del principio de la caridad para su propia teoría política. ¿Puede alguien que aboga por un orden político secular comprometerse con un objetivo político que trascienda su propia supervivencia? ¿Puede alguien que solamente cree en la virtud del interés personal actuar por motivos aparentemente altruistas? En suma, ¿puede un liberal ser un héroe?"

No hay comentarios.: