jueves, mayo 07, 2009

Perplejidad, asombro, admiración

Tal es el comienzo de todo trasegar filosófico, pues la filosofía se regocija en las preguntas, en construirlas, en desplegarlas, en cuidarlas y cultivarlas, pues el ser humano, propiamente para ésto es que ha resultado poderoso; poco más si algo dejaremos de herencia si dejamos al fin de durar

(fue en Grecia, antes de Sócrates, en donde los primeros griegos preguntones dieron testimonio de esta maravilla hecha forma de vida; al poco tiempo hubo degeneración en academias, liceos y escuelas de toda laya, que ya pasaron más a ocuparse en ofrecer respuestas, elaboradas respuestas, con lo cual la bien ganada fama de la filosofía y los filósofos de poco prácticos o teórico-abstractos o hasta desadaptados, llegó a cabal merecimiento así mismo)

Uno sólo puede asombrarse ante el misterio. Como seres perceptivos que somos, éste nos viene conciencia de innumerables orígenes y modos; y entre más elaboramos un orden para su comprensión, más crece el mismo, pues la mayor conciencia lograda solo puede admirarse más ante la infinitud que nos rodea y que también somos - al pensar (la)

Así que no tiene porque haber sorpresa de que cuando para alguien, a quien la perplejidad ganada se le propone tornarla en certezas reveladas, ese alguien tuerza a su vez un poco el labio, levante un poco el ceño, y sin querer maltratar pero si queriendo zanjar de una vez para siempre la astuta acometida, afirme "En esta necedad [cabalmente preguntar y preguntar cabalmente] consiste la filosofía. Una "filosofía cristiana" es un hierro de madera y un malentendido... Para la fe cristiana originaria, la filosofía es una necedad. Filosofar significa preguntar: "¿por qué es el ente y no más bien la nada?" Preguntar realmente este porqué significa: atreverse a agotar y a atravesar interrogando lo inagotable de esta pregunta por medio del desvelamiento de aquello que esta pregunta exige preguntar. Allí donde algo semejante acontece, está presente la filosofía." (Martin Heidegger, Introducción a la metafísica, traducción Angela Ackermann Pilári, Ed. Gedisa S.A., 1993, p.17)

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