viernes, mayo 15, 2009

Heidegger ante el dios (a propósito de los cada vez más modernos tiempos modernos)

El filósofo responde al periodista:

“SPIEGEL: Bien. Pero ahora se plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de necesidades inevitables [se refiere el periodista a la afirmación anterior de él: “Cada vez se construyen más centrales eléctricas. Cada vez se producirá con mayor destreza. En la parte del mundo altamente tecnificado, los hombres están bien atendidos. Vivimos en un estado de bienestar”], o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos?

HEIDEGGER: Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente…”

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Heidegger le ha respondido pues al periodista de Spiegel, que le interrogaba si la filosofía influiría o no en el curso de las necesidades inevitables del mundo del hombre, que él veía como tarea posible sólo que “…preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso… si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente…”

¿Es éste así para Heidegger un dios que algún día se presentará ante sus criaturas, nos dará a conocer su rostro? No lo sabemos, ésa es la implicación que está implícita en la respuesta de Heidegger. Y, ¿es éste entonces un dios que sólo podemos imaginarnos teológica o teleológicamente en el trasegar humano, que habría venido antes, que podría volver a venir algún día? No lo sabemos tampoco. Y, ¿es éste tal vez un dios con el que debamos relacionarnos cuando su aparecer se dé o pedirle explicaciones de lo que nunca nosotros logramos explicar, y por lo cual debemos además suponer que existe y estará dispuesto a ofrecernos algún día tales explicaciones? No lo sabemos, también implica en su respuesta Heidegger. Y, ¿es éste acaso un dios que debamos intentar pensar para poder pensar sobre el misterio del ser, esto es, un pretexto dentro el curso de la investigación? Ni siquiera esto lo sabemos, digo yo, que habría respondido el filósofo, de haber sido el periodista más acucioso en el preguntar de la entrevista. Nada de todo esto sabemos (¡y menos a ciencia cierta!); no hay pues, salvación cierta; lo único que hay es el ser, y cierto, nuestro ser – ahí, y su disposición para unos ocultamientos y desocultamientos erráticos de aquél. He ahí la disposición, y he ahí, en ella, la guía

La disposición será que, no obstante la inconmensurabilidad del misterio que nos rodea y el sabernos absolutamente finitos y limitados para siquiera acercarnos un poco a su comprensión, no obstante la cartesiana certeza de todo esto decimos, lo intentamos. La disposición es el camino del intento, que da cara al desafío del dios, que no sólo no resiente si no que se maravilla ante lo que es, que lo hace ya, y no cesa de hacerlo

La disposición rinde honores al dios y le habla, y le hace el logos y le hace el poema, y no le interesa si éste no le contesta; la disposición es hacerse cargo de lo que hay, desde lo que hay y sonreír ante el dios, presente o ausente, porque al menos este lugar nos pertenece, porque a él llegamos y de él salimos sin que se nos preguntase, pero no sin preguntarnos; y así fue, que ahí, y al preguntarnos, podemos decir que lo habitamos…

La ratio es sólo uno de los modos de hallar respuestas: la filosofía, o sea la metafísica, comprende (y comprende) todos los modos. Es más filosófico sonreír que sucumbir a la nostalgia. La disposición correcta es sonreír. La salvación no es asunto del quehacer del Dasein, la metafísica si. En el modo auténtico de ser del Dasein es posible aún la metafísica: sonriendo ante el dios, presente o ausente, sonriendo ante la propia muerte, que espera por nuestro cesar en el morar, en esta tierra, y en esta época

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