viernes, noviembre 30, 2012

El discurso del profesor Bernardo de la Paz (en "La Luna es una Amante Cruel" de Robert. A. Heinlein) 3 de 3

Edición en español, Ed. Acervo, 1974, Traducción de J.M.A. p.366

"El profesor se inclinó y salió de la Sala. Stu y yo le seguimos. Una vez en una cápsula sin ningún otro pasajero, le pinché:

-Profesor, me ha gustado mucho lo que ha dicho... pero en lo que respecta a los impuestos, ¿no está usted diciendo una cosa y haciendo otra? ¿Quién cree que va a pagar todos los gastos que estamos haciendo?

Permaneció en silencio unos instantes y luego dijo:

-Manuel, mi única ambición es la de que llegue el día en que pueda dejar de finjir que soy un jefe ejecutivo.

-¡Eso no es una respuesta!

-Has puesto el dedo en el dilema de todo gobierno... y el motivo por el que soy anarquista. La facultad de imponer tributos, una vez concedida, no tiene límites; crece en proporciones geométricas. No bromeaba cuando les dije que se rascaran sus propios bolsillos. Es posible que no pueda prescindirse del gobierno... a veces creo que el gobierno es una enfermedad ineludible de los seres humanos. Pero entra en lo posible reducirlo a unos límites que lo hagan inofensivo. ¿Se te ocurre algo mejor que obligar a los gobernantes a que sufraguen los gastos de su afición antisocial?

-De todos modos, sigo sin saber cómo vamos a pagar lo que estamos haciendo.

-¿De veras, Manuel? Sabes perfectamente cómo lo estamos haciendo. Lo estamos robando. No me siento orgulloso ni avergonzado; es el medio de que disponemos. Si nuestros enemigos llegan a imponerse, pueden eliminarnos, y estoy preparado para enfrentarme a esa posibilidad. Pero al menos, robando, no hemos creado el nefasto precedente de los impuestos.

-Profesor, no me gusta decir esto...

-Entonces, ¿por qué lo dices?

-Porque, ¡maldita sea!, estoy metido en esto hasta el cuello, lo mismo que usted, y me gustaría que todo ese dinero fuese devuelto. No me gusta decirlo, pero lo que usted acaba de decir me suena a hipocresía.

El profesor dejó oír una risita burlona.

-¡Mi querido Manuel! ¿Has tardado tantos años en descubrir que soy un hipócrita?

-Entonces, ¿lo admite uted?

-No. Pero si el creer que lo soy hace que te sientas mejor, no tengo inconveniente en que me utilices como cabeza de turco. Pero no soy hipócrita conmigo mismo, porque el día que declaramos la Revolución sabía que necesitaríamos mucho dinero y que tendríamos que robarlo. Y no me atormenta la conciencia porque lo considero preferible a unos disturbios provocados por el hambre dentro de seis años, y al canibalismo dentro de ocho. Escogí un camino, y no me arrepiento de nada."

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