miércoles, noviembre 28, 2012

El discurso del profesor Bernardo de la Paz (en "La Luna es una Amante Cruel" de Robert. A. Heinlein) 1 de 3

Edición en español, Ed. Acervo, 1974, Traducción de J.M.A. p.363

"Creo que el profesor quedó sorprendido y disgustado. Pero no podía oponerse a lo que había sido aprobado de acuerdo con las normas que él mismo había redactado. Sin embargo, no se dio por vencido: se trasladó a Novylen (donde ahora se reunía el Congreso: Novylen era geográficamente más céntrica que Luna City) y pronunció un discurso en términos moderados, como de costumbre, limitándose a proyectar algunas sombras sobre lo que estaban haciendo, en vez de decirles sin rodeos que estaban equivocados:

'-Camaradas miembros, lo mismo que el fuego, el gobierno es un peligroso servidor y un amo terrible. Ahora disfrutáis de libertad... si sabéis conservarla. Pero no olvidéis que podéis perder esa libertad más rápidamente por vosotros mismos que por cualquier otro tirano. Avanzad lentamente, no dudéis en vacilar, meditad bien en las consecuencias de cada palabra. No me importaría que esta convención deliberase diez años antes de informar... pero me asustaría si sus deliberaciones durasen menos de un año.

Desconfiad de lo evidente, sospechad de lo tradicional... ya que en el pasado el género humano no ha salido bien librado cuando se ha ensillado a sí mismo con gobiernos. Observo, por ejemplo, en un borrador una propuesta para dividir a Luna en distritos parlamentarios y en dividirlos de nuevo de cuando en cuando de acuerdo con su población.

Este es el sistema tradicional; en consecuencia, debe ser sospechoso, considerado culpable hasta que demuestre su inocencia. Tal vez algunos de vosotros creéis que es el único sistema. ¿Puedo sugerir otros? El lugar donde vive un hombre es lo menos importante en lo que a él respecta. Pueden formarse distritos electorales dividiendo a la gente por su ocupación... o por su edad... o incluso alfabéticamente. O podría no ser dividida, eligiendo a los diputados como representantes de toda la nación; ésta podría ser la mejor solución para Luna.

Podríais considerar incluso el nombramiento de los candidatos que obtuvieron el menor número de votos: los hombres impopulares pueden ser precisamente los que os salven de una nueva tiranía. No rechacéis la idea simplemente porque parece descabellada: ¡meditadla bien! En el pasado, tal como demuestra la historia, los gobiernos elegidos popularmente no han sido los mejores y a veces han resultado mucho peores que las tiranías declaradas.

Pero si vuestras preferencias se inclinan por un gobierno representativo, existen medios mucho mejores que el distrito territorial para alcanzarlo. Cada uno de vosotros, por ejemplo, representa a unos diez mil seres humanos, tal vez a siete mil con derecho a voto... y algunos de vosotros fuisteis elegidos por leves mayorías. Supongamos que en vez de ser elegido un hombre quedara calificado de oficio por una petición firmada por cuatro mil ciudadanos. En tal caso representaría a aquellos cuatro mil positivamente, sin minorías disconformes, ya que hubiese sido minoría en una elección por distritos territoriales y quedaría en libertad para encabezar otras peticiones o unirse a ellas. Entonces, todos estarían representados por los hombres a los que habrían elegido. Y un hombre con ocho mil partidarios, por ejemplo podría tener dos votos en esta Cámara. Habría dificultades, objeciones, sin duda alguna. Pero todas ellas podrían ser superadas, y evitar así la crónica dolencia del gobierno representativo, la minoría disconforme que cree, ¡con motivo!, que ha sido dejada de lado.'"

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