viernes, octubre 24, 2008

El origen del éxito del adulador

Extracto de la Hermenéutica del sujeto, Michel Foucault, Ed. FCE, p.360

"La mayoría, dice [Séneca,en sus Cuestiones Naturales], se afana en el amor por sí mismos o bien en la repugnancia por sí mismos. Y esa repugnancia por sí mismo, o, al contrario, ese amor excesivo por sí mismo, llevará a unos a preocuparse por cosas que en realidad no merecen esa preocupación; ésos, dice Séneca, se afanan en la sollicitudo: la solicitud, la inquietud por las cosas exteriores a sí mismo; o bien, son atraídos - consecuencia del amor a sí mismo - por la voluptuosidad, por todos los placeres mediante lo cuales procuramos autocomplacernos. Tanto en un caso como en el otro, ya sea repugnancia por sí mismo, y por consiguiente inquietud constante con respecto a los acontecimientos factibles de producirse, o, al contrario, amor a sí mismo, y por consiguiente apego a las voluptuosidades, de todas maneras, dice, esa gente nunca está sola consigo misma...

"[Textual Séneca] No me asombra que pocos hombres tengan esa dicha: somos nuestros propios tiranos, nuestros perseguidores; desdichados ora por amarnos demasiado, ora por repugnancia hacia nuestro ser; el espíritu unas veces hinchado por un deplorable orgullo y otras desasosegado por la codicia; entregados a los placeres o consumidos por la inquietud; y, para colmo de males, nunca solos con nosotros mismos"

...Nunca están solos consigo mismos, en el sentido de que jamás tienen consigo mismos esa relación plena, adecuada y suficiente que hace que uno no se sienta dependiente de nada, ni de las desventuras que acechan ni de los placeres que puede encontrar u obtener a su alrededor. En esta insuficiencia que hace que uno nunca esté solo consigo mismo, cuando está asqueado o demasiado apegado a sí mismo, en esa incapacidad de estar solo, irrumpen el personaje del adulador y los peligros de la adulación. En esa ausencia de soledad, en esa incapacidad para establecer consigo mismo una relación plena, adecuada, suficiente, interviene el Otro, que va a llenar en cierto modo esta laguna, que va a sustiruir, o, mejor dicho, a colmar esa inadecuación mediante un discurso; discurso que, justamente, no será el discurso de verdad por medio del cual se puede establecer, cerrar y encerrar en sí misma la soberanía que uno ejerce sobre sí. El adulador va a introducir un discurso que es ajeno, un discurso que, precisamente, depende del otro, de él, el adulador. Y ese discurso será un discurso mentiroso. Así, el adulado, por la insuficiencia de su relación consigo mismo, queda colocado bajo la dependencia del adulador, adulador que es otro y puede, por lo tanto, desaparecer, transformar su adulación en maldad, trampa, etcétera. De modo que depende de ese otro y, además, de la falsedad de los discursos del adulador. La subjetividad, como diríamos nosotros, la relación de sí consigo característica del adulado, es entonces una relación de insuficiencia que pasa por el otro, y una relación de falsedad que pasa por la mentira del otro..."

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