"Mis pensamientos sobre la procedencia de nuestros prejuicios morales (pues de ellos se trata en este escrito polémico) tienen su expresión primera, concisa y provisional en esa colección de aforismos que lleva por título Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres, cuya redacción comenzó en Sorrento durante un invierno que me permitió hacer un alto, como hace un alto un caminante, y contemplar las extensas y peligrosas tierras por las que hasta entonces había caminado mi espíritu. Sucedió en el invierno de 1876-1877; los pensamientos mismos son más antiguos. En lo esencial eran los mismos pensamientos que ahora retomo en este tratado: ¡esperemos que el largo intervalo les haya sentado bien, que se hayan hecho más maduros, más claros, más fuertes, más perfectos! Pero que me aferre aún hoy a ellos, que entre tanto ellos mismos se hayan aferrado unos a otros cada vez con más fuerza, que hayan crecido unos dentro de los otros, entrelazándose unos con otros, refuerza en mi la confianza alegre en que acaso ya desde el principio no surgieron en mi aisladamente, arbitrariamente, esporádicamente, sino brotando de una raíz común, de una voluntad fundamental de conocimiento que, desde las profundidades ordena, habla cada vez con más precisión, exige algo cada vez más preciso. Pues sólo esto es propio de un filósofo. No tenemos derecho a hacer nada aisladamente: no tenemos derecho ni a errar aisladamente ni a encontrar aisladamente la verdad. Antes bien, con la necesidad con que un árbol da sus frutos, brotan en nosotros nuestros pensamientos, nuestros valores, nuestros síes y noes, nuestros porqués, nuestros peros, emparentados y relacionados todos con todos, atestiguando una única voluntad, una única salud, un único huerto, un único sol... ¿Os gustarán a vosotros estos frutos nuestros?... ¡Pero qué le importa eso a los árboles! ¡Qué nos importa a nosotros, los filósofos!...
Tomado del Prólogo a La genealogía de la moral, Friedrich Nietzsche, Editorial Tecnos, 2003, p.56 y 57, traducción de José Luis López y López de Lizaga
viernes, agosto 15, 2008
"...no tenemos derecho ni a errar aisladamente ni a encontrar aisladamente la verdad..."
Publicadas por Rlpr a las 7:00 a. m.
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